lunes, 21 de enero de 2019

Luna de sangre


Cantos del amanecer 
y cercanas estrellas.
El suave enternecer
de las bestias maltrechas.

El licor, las palabras,
el sueño contado,
el frío aplastante,
el telar abandonado.

La tortuosidad de los recuerdos,
el dolor sordo de la incertidumbre.
Tu sabor  aún conservaba en mis labios,
el eco de tus afirmaciones permanecía.

De tus negaciones, mejor dicho.
El eco de todas tus prevenciones,
de todos los miedos y prejuicios,
de tantas excusas, tantas justificaciones
halladas en lo más remoto,
en lo más trivial y fútil.
Encontradas por el deseo oculto
De abstenerse y de contenerse.

El deseo de negarnos,
de asesinarnos antes de existir,
para contrarrestar el anhelo,
la urgencia de calor, de piel.

Yo no me niego, yo no me miento,
acepto la urgencia que tengo de ti,
asumo extrañar tu ser completo,
asumo esperarte y escuchar
como de imposible es quererme,
como de imposible es estar contigo.
Como de imposible es lograr lo que he deseado
por tanto tiempo sin siquiera aceptarlo.

Como de imposible es siquiera, para ti, 
darme las migajas que estaba dispuesta a aceptar.
Como de imposible es permitirnos estar cerca.

Todo, todo imposible,
todo imposibilitado,
todo impracticable por la mera voluntad de la oposición, 
de la limitación, de los deseos de volver a algo que no puede regresar,
de los deseos de tener algo que yo no puedo dar.

Podría decir que puedo dar diferente,
que puedo incluso, dar mejor.
Pero tus oídos están sordos 
y mis labios están mudos.
Porque aunque quiero darme,
porque aunque quiero entregarme a ti,
me da miedo ese deseo,
me da miedo el dolor que pueda nacer
por renunciar a mi armadura,
me asusta desnudarme para ti, desprotegida.

Yo también me niego,
tu te niegas la posibilidad,
yo me niego al peligro.
No somos tan diferentes,
seres llevados por el miedo.

Seguiremos asustandonos,
seguirás penetrándome mientras me temes,
seguiré sintiendo orgasmos de terror a tu lado.
¿Hasta cuando? Imposible saberlo.

Hasta que el miedo nos agote,
hasta que el deseo se nos olvide,
hasta que la posibilidad desaparezca del todo.
Hasta que las circunstancias nos obliguen.

Porque así somos.
Por tanto miedo a hacer algo, lo que sea, permitiremos que la vida decida por nosotros
el momento de separación.

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