martes, 10 de agosto de 2021



Lost beyond the stars,
my love has gone forever and ever.
All in this world I know,
my love will last forever and a day.

Que irónico es.
La prueba de vida de la esperanza,
es que aún pueda morir un poco más.

lunes, 26 de julio de 2021

Atalanta e Hipómenes


En las calurosas tardes y noches, después de los arrebatos de deseo que nos dejaban exhaustos, sudorosos y enredados, como animales, solía mi imaginación invocar la imagen de los leones en los que se convirtieron Atalanta e Hipómenes, y nos encontraba un gran parecido con ellos.

Solía sentir que esa era una imagen que nos definía muy bien, los imponentes cazadores que deciden descansar en la estepa, retozando pacíficamente, con absoluta confianza de su poder. El olor animal, la satisfacción instintiva y primaria, el sopor del cansancio, las manos flexibles pero violentas, que a veces se hacían garras. No era difícil imaginarnos como leones.

Pensaba (¡ingenua!), que no era un mal final, ni un destino cruel. Atalanta, la gran cazadora que traicionó sus votos a Artemisa por las manzanas doradas de Hipómenes, quien gracias a Afrodita conoció un amor que nunca debió corresponderle a ningún mortal. Ambos poseían la fuerza y la voluntad de los cazadores y los héroes del mito griego, y ambos poseían también sus defectos primordiales, su facilidad para ofender a dioses demasiado susceptibles.

Idealización, al fin y al cabo. Creyendo vernos como cazadores voraces en la selva de cemento, expertos en nadar por las líquidas aguas de esta época, que al fin habían encontrado el sosiego suficiente para retozar en un espacio sin tiempo.

Nunca se me pasó por la mente que nunca existieron tales leones, que realmente eran una serpiente, y una niña demasiado aferrada a su propia esperanza, quien conoció en carne propia el límite de las veces en las se le puede creer a una serpiente, con la errónea ilusión de que algo que sale de su boca no sea una mentira. En cierta medida, la muerte de la esperanza, aunque sea tardía, es un gran alivio. Me asusta ahora contemplar lo cerca que estuve de obedecerle de nuevo.

Y a pesar de la reincidencia y de la equivocación, ya no tengo ánimo de ser cruel con la crédula que queda en mí, me enternece su optimismo sin medidas, su romanticismo incurable, su esperanza en la bondad y los finales felices. Me enternece, pero me alivia ver el entendimiento y el dolor ineludible en sus ojos.

Solía pensar que el de Atalanta e Hipómenes era un final hermoso, la historia de los primeros leones, los cazadores que a pesar de sufrir un castigo, no habían perdido su esencia, los reyes que seguirán dominando el mundo gracias a su fuerza y su agilidad.

Ahora entiendo que los antiguos griegos creían que los leones no podían aparearse entre ellos, y puedo dimensionar la inmensa crueldad del castigo de Cibeles, que por un arrebato de lujuria ahora los condena a jalar de su carro por toda la eternidad, separados por el abismo insalvable de la corrección biológica, sin imaginarse nunca la estepa de descanso y satisfacción en la que los situaba mi mente.

domingo, 4 de julio de 2021

Desesperación


"But deep inside you made love to the world
cause your imagination was bigger than reality."


Es fácil olvidar en un mundo nuevo, los recuerdos no encuentran tantos lugares a los que asirse, y entonces no tienen más opción que desvanecerse.

Hoy soy débil.

Hoy extraño, acostada en esta cama que compartimos, que compartí con los hombres cuyo nombre sí es recordado, pero que nunca se había sentido tan amarga.

La cama, su olor olvidado en la mesita de noche, las plantitas que se han hecho robustas, el cajón vacío, cuya existencia es poética en sí misma.

Los recuerdos me aplastaron.

Mi racionalidad no duda, este es el mejor camino, es el mejor paso en mi viaje, soy afortunada por haber esquivado una bala que hubiera sido mortal.

No es duda, es anhelo.

Un anhelo tan profundo que se hace desesperante, una sed tan acuciante que supera a todas las demás, una necesidad visceral y urgente.

Es un deseo apremiante que no puede ser cumplido.

Es el capricho por lo imposible.

Nada ha cambiado, nada cambiará, nadie queda aquí… Pero cada día duele más.

miércoles, 30 de junio de 2021

Man muss machen, was man machen muss.

No hay orgullos que preservar, no quedan apariencias para guardar.

Al fin y al cabo, nadie queda aquí, a nadie le escribo, y estas letras, como siempre, solo serán un recordatorio de los senderos que he transitado, de las tierras áridas por las que divaga mi espíritu. 

La rabia se ha desvanecido, pues no es un sentimiento que encuentre su hogar en mi.

Y el pesar ha sido abrumador.

Aún lo es, y tendré que bajar al último de los círculos para poder deshacerme de él.

 

Mi temor al fracaso siempre ha sido apabullante, casi inmovilizante. Soy una de esos ególatras que le teme tanto al fracaso que no se esfuerza totalmente, pues hacerlo y aún así fracasar, resultaría intolerable.

Me esforcé al máximo, quise tanto la ilusión que por primera vez dejé toda mi piel en el fragor de la batalla.

Y fracasé.

Sé muy bien que fue una falta de juicio y no una falta de esfuerzo.

Pero no hay nada en este mundo que no hubiera dado por él.

Aún la romántica empedernida que habita dentro de mí no puede comprender que simplemente, el amor no es suficiente.

Aún guarda la esperanza irracional de retornar al lugar en el que fue feliz, y por más hermosa que le parezca esa ilusión a mi espirítu desesperanzado, he de aplastarla.

El problema siempre ha sido la esperanza, el exceso de fe en un dios falso, que en la realidad apenas alcanza a ser un humano.

El amor debería serlo todo, debería bastar para todo, pero lo cierto es que no es nada en el final de los finales.

 

He de enfrentarme a aquello que temo aún más.

“En mi habitación, 
duerme una suicida.
Duerme pequeñita,
duerme”

Los canticos han de terminar, ese trance soporífero en el que la he mantenido sumida.

He de despertar a la pequeña suicida encerrada en mi mente.

Ella es la primera de todas nosotras, y todas hemos sido sus carceleras.

Proclamo mi amor por la tristeza, pero siempre he amado a esa tristeza cómoda y hermosa que camina flemáticamente a mi lado sin molestarme, pero acompañándome, aquella que escribe conmigo poemas, que me enseña nuevas lecciones, y cuyos pequeños rasguños me causan placer.

Es momento de enfrentarme a la tristeza real, de la que escapo a cada instante, de sentarme frente a ella y mirar a sus ojos inmensos y abismales, de sumirme en la pegajosa brea que es su inmensidad.

Debo llenarme de ella, dejar que me toque y me invada, que pase cuanto quiera por mí, sostener la respiración y esperar salir del otro lado, pues resulta necesario para aprender la lección.

He de despertar a la pequeña suicida, precursora de todas, a aquella que guarda en sí la tristeza real y asfixiante de la que hemos huido por más de una década.

He de sentarme a su lado y escucharla por fin, he de acunarla en mis brazos y mostrarle el mundo agonizante en el que vivimos, con la esperanza de que desee quedarse en él.

Hemos de conversar, pues la siento cerniéndose sobre mí, siento su gigantesco peso posándose sobre mi pecho, sin dejarme respirar.

Es solo una niña, que ha estado dormida demasiado tiempo.

Pero ha existido siempre.

Fortaleciéndose con mi miedo.

martes, 29 de junio de 2021




Por primera vez no estoy agobiada con la vieja sed, urgente y perpetua.

Siento una nueva, y muy antigua, despertándose. No es la sed de la cazadora, no es la sed de la amante, no es la de la hedonista, ni la de la puta.

Siento la sed de la bruja invadiendo mi boca, siento el llamado de la madre en el lugar más hondo de mi memoria.

Siento la caricia de las mujeres que soy y he sido, curándome.

Nada de ti en mi, nada de mi en ti.



lunes, 28 de junio de 2021

Indigno (La última respuesta)

 

¿Acaso el monstruo intenta aliviar la consciencia de la que carece?
No tiene ninguna importancia, pues nunca pudo entender el sentimiento.
Nunca creyó en él.

Pero existe.

Nunca lo entregado fue tan puro, y nunca lo puro fue tan profanado.
Nunca la esperanza fue tan ciega, ni el corazón tan ingenuo.
Nunca la bruja fue tan esposa.

Y nunca fue tan poco merecido.



domingo, 27 de junio de 2021

Aceptación


Sorprendente, aún recuerda.

Igual que yo.

La verdad es que aún pienso en mi Hombre, aún le extraño infinitamente. Aún pienso en sus ojos, en sus manos, en sus palabras y la cadencia de su voz, en su pecho y como se sentía acariciarle, en el refugio de sus brazos y la plenitud de dormir a su lado, en la ausencia del insomnio gracias a su presencia.

Pienso en la vida junto a él, en la comunión de nuestros cuerpos, en la calidez de nuestro hogar.

Recuerdo la honestidad que había en sus palabras, la generosidad que habitaba en su corazón, el amor que reflejaba su mirada. Que crédula fui.

Tal vez siempre sea suya.

Soy una viuda, Mi esposo simplemente dejó de existir.

Ahora me doy cuenta de que mi espíritu ya se había unido a él de forma irremediable, mi corazón se casó con él sin esperar a las formalidades.

Por eso mismo el amor que vive en mi es el de la viuda.

Existirá para siempre, amaré siempre a mi Hombre, amaré los recuerdos a su lado, y extrañaré el Consorcio de Vida que nunca tuvimos, pero que tanto llegué a querer.

Extrañaré incluso el deseo y la urgencia por la realización de mi propia fertilidad.

Mi amor será para siempre

Mi hombre no lo fue.

Le amé tanto, de una forma impactante, tan completa y absoluta. Amé todo lo que era, amé sus ideas, sus palabras, sus juegos y risas, amé cada centímetro de su cuerpo, amaba sentirme inundada por su presencia. Amé incluso al monstruo, cuando creí que me amaba también.

Su ausencia es asfixiante, pero no hay nada que pueda hacer, y he comenzado a acostumbrarme a ella. Él ya no existe en este mundo, es un cadáver más que tendré que llorar, y que solo habitará en mis recuerdos.

Sigo mi camino con la mirada alta, pues hice todo lo que era posible hacer, defendí mi felicidad hasta agotar todas mis fuerzas y todos mis recursos, no me arrepiento de nada, no tengo ninguna deuda.

Pero perdí, perdí tanto que aún no termino de cuantificarlo. Siento la ausencia de todas esas partes de mí misma que nunca habían sido dadas y que ingenuamente entregué, pensando que siempre las tendría en el lecho junto a mí, y que ya no pueden recuperarse.

Todos esos eventos que creí que fueron tan únicos y tan nuestros, y que ahora están mancillados por la realidad, por la certeza de que no existe nada único para el monstruo, de que nada es sagrado para él.

Felizmente hubiera caminado junto a ese monstruo toda mi vida, felizmente lo hubiera refugiado y calmado siempre, si nunca se hubiera vuelto contra mí.

Que no haya confusiones, lector, el monstruo no es mi hombre, es otro diferente. No siento amor por él, no le debo nada, no le he hecho ninguna promesa... Que no se atribuya la bestia un amor que no es suyo, que no hace parte del mundo en el que existe.

Leo sus palabras con curiosidad y avidez, y a veces veo en ellas los ecos de aquello a lo que amé. Pero son solo eso, ecos, que se desvanecen cada vez más a medida que el tiempo pasa. 

Hoy me he tomado el tiempo de leer su pasado, y tal y como me pasa cuando veo su futuro, sentí una compasión inmensa. Nunca va a ser lo que quiere ser, porque no quiere ser nada realmente.

No es solo mi monstruo, es un monstruo también para si mismo.

El hombre que amé jamás regresará a mí, pero tal vez pueda encontrar el camino de vuelta a sí mismo, a su monstruosidad, y logre diluirla.

 

Pienso...

Todo lo que pudo ser y no fue.

Todo lo que si fue y me arrebataron.

El talismán sagrado al que me vi obligada a renunciar.

Todo está perdido, todo se ha acabado. Pero las palabras siguen siendo tan ciertas hoy como lo fueron en el último mensaje de amor.

La compasión que hay en mí no es la del amo, no es la del dueño, ni la de la esposa. Es una compasión dirigida a un ser de otra especie, que sigue replicando comportamientos que le hacen infeliz, que arrasa y deja a su paso daño y ruinas.

Yo me hice mortal, exhibí mi parte más débil y blanda, y ahora pago el precio. 

Pero ni yo misma sabía las cosas tan hermosas y prístinas que podía llegar a entregar mi corazón, no sabía que podía darme a mí misma de una forma tan absoluta. Fue un gran aprendizaje descubrir que podía llegar a sentir con tanta intensidad.

La capacidad de amar es un triunfo y un placer en sí mismo.

Uno que tal vez no pueda ya llegar a sentir en semejante magnitud.

Pero eso no le preocupa a la deidad, la mortal está muriendo junto al hombre que amó, y la Diosa se despierta de su letargo, para ser amada y no para amar. El sufrimiento de los mortales, incluso el de la mortal que fue, es irrelevante para ella.

 

Ya no me odio por extrañarle, pues no extraño al ser cruel y egoísta que me destrozó, no quiero de vuelta a la criatura despreciable y contaminada, no le extraño a usted... Extraño aquello que merece ser extrañado, al hombre que tan feliz me hizo, junto a quien construí una vida por más corta que haya sido.

Extraño al Dios Liber, que satisfacía como nadie a mi Diosa Eris.



Pero incluso ahora, en la admisión de mi anhelo, la voz realista en mí enumera todas las razones por las que  lo que fuimos hubiera terminado de todas maneras.

Tal vez el autoengaño también sea una virtud.

Lo creí.

jueves, 24 de junio de 2021

Salvación

No entenderían mis procesos los espiritus inferiores. 

El motor es el odio a mi misma. No le odio. Ya no queda ningún sentimiento en mi para usted, más que la compasión.

Ha borrado su existencia en mi mundo, no se puede odiar lo que no existe. 

Los recuerdos permanecerán siempre, las lecciones aprendidas no se perderán, y la vida en el 206 no será olvidada. Pero su nombre se lo llevará el tiempo, y ni yo, ni aquellos que caminan conmigo, lo recordaremos nunca más.

No habitará en mis recuerdos más que una sombra, la imagen difusa de un monstruo, el recuerdo casi olvidado de un sueño que se convirtió en pesadilla.

No seré puerto, no seré refugio, no seré confidente. No se puede estar ahí para un ser que no existe.

Y con su inexistencia ha llegado el fin del hechizo. 

El collar de Schrodinger ya no es tal, ahora es una simple alhaja, encerrada en un bolsillo, esperando a ser enviada a un lugar que ahora es desconocido.

No hay nada ya que rodee mi cuello.

Siento pena por todas aquellas que vendrán después de mí. Por esas que no podrán esquivar la bala.

Aún no sé si yo misma la he esquivado.

Pero lo siento. 

Incluso mi cuerpo me advertía, con su malestar, de la monstruosidad que me miraba a traves de los ojos del amante.

Ya no habrán más monstruos, mi piel no volverá a ser horadada por las garras afiladas y mi sangre no volverá a ser bebida por aquellos sedientos de la vida de la que carecen.

Mi cuerpo será limpiado y purificado, la piel blanca será inmaculada de nuevo.

Los ritos de paso han comenzado.

domingo, 20 de junio de 2021

Del futuro: Te extrañé

 
El odio es un motor poderoso. Y yo siempre he estado llena de contradicciones.

Puedo sentirme tan estimulada por el amor como por el odio, por la sed como por la satisfacción.

No extraño a un extraño. Un ser extraño, a quien sería imposible extrañar, es el que existe ahora en la piel de alguien que amé, y que se ha ido.

Los recuerdos aún quedan incólumes, inmaculados. Extraño a quien habita en ellos, me extraño a mí, cuando también los recorría.

Y ahora tengo que contaminarlos, tengo que ensuciarlos con asco, inyectarlos con rabia y engaño.

El único camino es a través.

Y todo quedará destrozado.

Pero he estado aplazando mi salida, afuera llueve y aún no quiero mojarme.

Me invadirá la sed, me invadirá la fiebre de la caza cuando mis entrañas palpiten, correré sin mirar atrás y mi único deseo será purificarme con la lluvia.

Pero esta noche no es esa noche, y está bien. Esta noche me regodeo en la tristeza de los recuerdos felices, impolutos y falsos.

 

Acabará.

sábado, 19 de junio de 2021

Te extraño

 Me odio a mi misma por hacerlo.

La maldición de la hedonista

 Me siento total y absolutamente agotada. Estoy cansada de luchar batallas perdidas, por cosas equivocadas.

Mi naturaleza rebelde se rebela incluso ante mí misma.

Lo sacrifico todo en nombre del placer y de la felicidad momentánea. Puedo sacrificar mi cuerpo, mi corazón, mi tranquilidad.

Todo, en nombre del próximo orgasmo, del próximo te amo, del siguiente idilio que satisfaga a la romántica idealista que llevo adentro, esa que se ve en la necesidad de autoengañarnos, para pensar que en este mundo inhóspito puede florecer el amor duradero.

Este mundo inhóspito que me habita. No en el que habito yo.

El mundo inhóspito de mi alma, ese mundo inhóspito que me odia, y que me fuerza a arar y cosechar en tierras estériles, que disfraza los pantanos como blandas sábanas y los pequeños placeres que ofrece el suelo yermo como grandes y abundantes festines.

El mundo inhóspito de mi aceptación, de mi resignación, de mi cinismo, de mi pasivismo, de mi masoquismo. El paisaje desierto, con las huellas de lo que alguna vez estuvo ahí.

De todas esas partes que me he arrancado, y he dejado a lo largo del camino. Todas me faltan, pero son de otros ya.

El agujero que ha dejado esta nueva parte arrancada sanará, se convertirá en cicatriz, y habrá hecho el panorama más desierto, más desolado.

Busco, siempre busco y nunca encuentro. Porque no quiero encontrar. Porque huyo y escapo, porque camino entre senderos de cuchillos, sorprendiéndome cuando me cortan, porque la tragedia es mucho más estimulante, escribe mejores historias, es la más grande de las maestras.



La felicidad eterna, sin dolor, se haría absurda.

Y también hay belleza en las cicatrices, en el panorama yermo y agreste, en la brutal honestidad de la consciente esterilidad.

No existe un balance entre mis placeres y mi autopreservación.

Un día moriré en un último frenesí de placer.

martes, 20 de abril de 2021

A la Niña Mar, que descanse en su tumba.

 A veces extraño el calor del amor juvenil, la inocencia que nos embargaba, la esperanza que creíamos que se realizaría, todos los planes que nos atrevimos a pensar para que después la vida los destripara año con año, hasta convertir la realidad en el extremo más opuesto de esos sueños que compartimos.

Nunca nada se ha sentido como el amor del Hombre Dragón, muchos amores han sido más cercanos, más sinceros, más satisfactorios… Pero ninguno ha sido tan inocente, tan lleno de promesas eternas y de amor puro.


Era un tiempo en el que la eternidad parecía algo posible de prometer. 


Supongo que nada es como el primer amor.


Ahora el amor es cínico, es descarnadamente honesto, es limitado y condicional. Es real y sincero, si, pero también es duro e incierto.


Recuerdo también la rabia y el dolor, tan profundos, asfixiantemente dolorosos. Recuerdo las lágrimas que derramé cuando la primera cortina cayó y el Hombre Dragón me hirió, a pesar de que he vivido tragedias mucho mayores, no logro recordar lágrimas tan abundantes, tan dolorosas y tan continuas como esas.


Adelgace 10 kilos en ese tiempo…


Ahora la rabia y el dolor parecen lejanos, y tan agotadores que creo no poder sentirlos de verdad nunca más, incluso las emociones más desagradables parecen insulsas comparadas con los sentimientos de la época de la inocencia.


Ahora no queda nadie inocente en este lugar, aquí solo habita la criatura cínica y endurecida, la que aun amando duda, cuestiona, planifica, se prepara para un desenlace no querido.


Soy más honesta, claro, mi voluntad es más fuerte y ahora mis emociones me obedecen y se doblegan ante mi, cuando yo apenas me molesto en notar su presencia.


Sin embargo, extraño la apertura de la ilusión, los ojos que brillaban al ver un horizonte prometedor, sin saber que la vida es demasiado cruda como para sobrevivirla con ilusiones vanas.


Me erijo con orgullo en mi cinismo, en mi escepticismo que disfruta dudar de todo, en mis consejos nihilistas y descorazonadores. Amo la honestidad que me lleva a abrazar de forma consciente lo decadente de mi misma, lo doloroso y lo imperfecto que me ofrece el mundo.


Me miro al espejo viendo como el paso de los años ha cambiado mi reflejo, solo veo el rostro endurecido de la cínica, los ojos apagados de la escéptica, y ni un rastro del amor puro, de la inocencia del pasado… Ni un ápice de la Niña Mar que amó tanto a su Hombre Dragón.