viernes, 28 de noviembre de 2014

Fugacidad

Quiérame, joven, pero no me quiera todo el tiempo, quiérame durante las noches que pasamos juntos, quiérame cuando hablamos, cuando piense en mi... Quiérame cuando nuestros cuerpos estén fundidos, cuando nos miremos a los ojos y lo discutamos todo.

Pero no me quiera para siempre, que los siempre se me agotaron, las esperanzas se me fueron y las fuerzas me abandonaron.

Déjeme respirarlo en mitad de la noche, déjeme aferrarme a su cuerpo como si su cercanía fuera el único medio para obtener descanso.

Refúgieme, que estoy cansada y necesito calor, consuéleme, que yo estaré para usted tantas veces como quiera... Penétreme, que me gusta sentir algo nuestro durante un instante, sabiendo que nunca seremos del otro, que siempre seremos singulares que fingen ser plurales en la fugacidad.

Susúrreme su amor en las noches, despiérteme en las mañanas con su frialdad, déjeme irme sin decir nada, sin pedir nada, con la satisfacción reflejada en el rostro.

Arriesguémonos, querámonos, durante el tenue instante del orgasmo y el placer.

Tómeme toda, y no me desperdicie, que mi amor es de instante y ya no tengo un siempre para ofrecer.

jueves, 27 de noviembre de 2014

A: C

Deseo tener una excusa, un pretexto, para acercarme a ti sin hacer ruido, para que mi presencia te acaricie inadvertidamente, para darte algo de mí y después desaparecer, en la neblina de nuestros silencios.

Deseo acercarme, caminar hacia ti, sin que sepas quien soy, sin que sepas que es lo que quiero, sin hambre ni prisa, deseo llegar a ti, mostrarte mi camino, guiarte y seguir tu ritmo.

Deseo sentarme a tu lado, apenas perceptible el tiempo que pasemos observando los rostros que pasan, preguntándonos que es lo que está escrito en ellos, sorprendiéndonos por las hojas que caen, por su debilidad, por su hermosura, por su intrusión en un escenario perfecto.

Deseo que devores mis palabras, deseo que sientas como te acaricio, como te arrullo con ellas. Deseo que sepas que son para ti, son palabras que te pertenecen, que tú elaboraste en mi mente y que simplemente son reproducidas por mis manos.


Deseo que atesores las palabras, los sentimientos y las entregas. Esas que te doy, a pesar de que son tuyas, por el simple placer que me da hacerlo, porque te he elegido a ti como su destinatario, sin ninguna esperanza, ninguna necesidad, ninguna exigencia, de que seas, a la vez, emisor.