domingo, 27 de junio de 2021

Aceptación


Sorprendente, aún recuerda.

Igual que yo.

La verdad es que aún pienso en mi Hombre, aún le extraño infinitamente. Aún pienso en sus ojos, en sus manos, en sus palabras y la cadencia de su voz, en su pecho y como se sentía acariciarle, en el refugio de sus brazos y la plenitud de dormir a su lado, en la ausencia del insomnio gracias a su presencia.

Pienso en la vida junto a él, en la comunión de nuestros cuerpos, en la calidez de nuestro hogar.

Recuerdo la honestidad que había en sus palabras, la generosidad que habitaba en su corazón, el amor que reflejaba su mirada. Que crédula fui.

Tal vez siempre sea suya.

Soy una viuda, Mi esposo simplemente dejó de existir.

Ahora me doy cuenta de que mi espíritu ya se había unido a él de forma irremediable, mi corazón se casó con él sin esperar a las formalidades.

Por eso mismo el amor que vive en mi es el de la viuda.

Existirá para siempre, amaré siempre a mi Hombre, amaré los recuerdos a su lado, y extrañaré el Consorcio de Vida que nunca tuvimos, pero que tanto llegué a querer.

Extrañaré incluso el deseo y la urgencia por la realización de mi propia fertilidad.

Mi amor será para siempre

Mi hombre no lo fue.

Le amé tanto, de una forma impactante, tan completa y absoluta. Amé todo lo que era, amé sus ideas, sus palabras, sus juegos y risas, amé cada centímetro de su cuerpo, amaba sentirme inundada por su presencia. Amé incluso al monstruo, cuando creí que me amaba también.

Su ausencia es asfixiante, pero no hay nada que pueda hacer, y he comenzado a acostumbrarme a ella. Él ya no existe en este mundo, es un cadáver más que tendré que llorar, y que solo habitará en mis recuerdos.

Sigo mi camino con la mirada alta, pues hice todo lo que era posible hacer, defendí mi felicidad hasta agotar todas mis fuerzas y todos mis recursos, no me arrepiento de nada, no tengo ninguna deuda.

Pero perdí, perdí tanto que aún no termino de cuantificarlo. Siento la ausencia de todas esas partes de mí misma que nunca habían sido dadas y que ingenuamente entregué, pensando que siempre las tendría en el lecho junto a mí, y que ya no pueden recuperarse.

Todos esos eventos que creí que fueron tan únicos y tan nuestros, y que ahora están mancillados por la realidad, por la certeza de que no existe nada único para el monstruo, de que nada es sagrado para él.

Felizmente hubiera caminado junto a ese monstruo toda mi vida, felizmente lo hubiera refugiado y calmado siempre, si nunca se hubiera vuelto contra mí.

Que no haya confusiones, lector, el monstruo no es mi hombre, es otro diferente. No siento amor por él, no le debo nada, no le he hecho ninguna promesa... Que no se atribuya la bestia un amor que no es suyo, que no hace parte del mundo en el que existe.

Leo sus palabras con curiosidad y avidez, y a veces veo en ellas los ecos de aquello a lo que amé. Pero son solo eso, ecos, que se desvanecen cada vez más a medida que el tiempo pasa. 

Hoy me he tomado el tiempo de leer su pasado, y tal y como me pasa cuando veo su futuro, sentí una compasión inmensa. Nunca va a ser lo que quiere ser, porque no quiere ser nada realmente.

No es solo mi monstruo, es un monstruo también para si mismo.

El hombre que amé jamás regresará a mí, pero tal vez pueda encontrar el camino de vuelta a sí mismo, a su monstruosidad, y logre diluirla.

 

Pienso...

Todo lo que pudo ser y no fue.

Todo lo que si fue y me arrebataron.

El talismán sagrado al que me vi obligada a renunciar.

Todo está perdido, todo se ha acabado. Pero las palabras siguen siendo tan ciertas hoy como lo fueron en el último mensaje de amor.

La compasión que hay en mí no es la del amo, no es la del dueño, ni la de la esposa. Es una compasión dirigida a un ser de otra especie, que sigue replicando comportamientos que le hacen infeliz, que arrasa y deja a su paso daño y ruinas.

Yo me hice mortal, exhibí mi parte más débil y blanda, y ahora pago el precio. 

Pero ni yo misma sabía las cosas tan hermosas y prístinas que podía llegar a entregar mi corazón, no sabía que podía darme a mí misma de una forma tan absoluta. Fue un gran aprendizaje descubrir que podía llegar a sentir con tanta intensidad.

La capacidad de amar es un triunfo y un placer en sí mismo.

Uno que tal vez no pueda ya llegar a sentir en semejante magnitud.

Pero eso no le preocupa a la deidad, la mortal está muriendo junto al hombre que amó, y la Diosa se despierta de su letargo, para ser amada y no para amar. El sufrimiento de los mortales, incluso el de la mortal que fue, es irrelevante para ella.

 

Ya no me odio por extrañarle, pues no extraño al ser cruel y egoísta que me destrozó, no quiero de vuelta a la criatura despreciable y contaminada, no le extraño a usted... Extraño aquello que merece ser extrañado, al hombre que tan feliz me hizo, junto a quien construí una vida por más corta que haya sido.

Extraño al Dios Liber, que satisfacía como nadie a mi Diosa Eris.



Pero incluso ahora, en la admisión de mi anhelo, la voz realista en mí enumera todas las razones por las que  lo que fuimos hubiera terminado de todas maneras.

Tal vez el autoengaño también sea una virtud.

Lo creí.

1 comentario:

  1. If—
    Rudyard Kipling - 1865-1936

    If you can keep your head when all about you
    Are losing theirs and blaming it on you;
    If you can trust yourself when all men doubt you,
    But make allowance for their doubting too;
    If you can wait and not be tired by waiting,
    Or, being lied about, don’t deal in lies,
    Or, being hated, don’t give way to hating,
    And yet don’t look too good, nor talk too wise;
    If you can dream—and not make dreams your master;
    If you can think—and not make thoughts your aim;
    If you can meet with triumph and disaster
    And treat those two impostors just the same;
    If you can bear to hear the truth you’ve spoken
    Twisted by knaves to make a trap for fools,
    Or watch the things you gave your life to broken,
    And stoop and build ’em up with wornout tools;
    If you can make one heap of all your winnings
    And risk it on one turn of pitch-and-toss,
    And lose, and start again at your beginnings
    And never breathe a word about your loss;
    If you can force your heart and nerve and sinew
    To serve your turn long after they are gone,
    And so hold on when there is nothing in you
    Except the Will which says to them: “Hold on”;
    If you can talk with crowds and keep your virtue,
    Or walk with kings—nor lose the common touch;
    If neither foes nor loving friends can hurt you;
    If all men count with you, but none too much;
    If you can fill the unforgiving minute
    With sixty seconds’ worth of distance run—
    Yours is the Earth and everything that’s in it,
    And—which is more—you’ll be a Man, my son!

    ResponderEliminar