sábado, 19 de junio de 2021

La maldición de la hedonista

 Me siento total y absolutamente agotada. Estoy cansada de luchar batallas perdidas, por cosas equivocadas.

Mi naturaleza rebelde se rebela incluso ante mí misma.

Lo sacrifico todo en nombre del placer y de la felicidad momentánea. Puedo sacrificar mi cuerpo, mi corazón, mi tranquilidad.

Todo, en nombre del próximo orgasmo, del próximo te amo, del siguiente idilio que satisfaga a la romántica idealista que llevo adentro, esa que se ve en la necesidad de autoengañarnos, para pensar que en este mundo inhóspito puede florecer el amor duradero.

Este mundo inhóspito que me habita. No en el que habito yo.

El mundo inhóspito de mi alma, ese mundo inhóspito que me odia, y que me fuerza a arar y cosechar en tierras estériles, que disfraza los pantanos como blandas sábanas y los pequeños placeres que ofrece el suelo yermo como grandes y abundantes festines.

El mundo inhóspito de mi aceptación, de mi resignación, de mi cinismo, de mi pasivismo, de mi masoquismo. El paisaje desierto, con las huellas de lo que alguna vez estuvo ahí.

De todas esas partes que me he arrancado, y he dejado a lo largo del camino. Todas me faltan, pero son de otros ya.

El agujero que ha dejado esta nueva parte arrancada sanará, se convertirá en cicatriz, y habrá hecho el panorama más desierto, más desolado.

Busco, siempre busco y nunca encuentro. Porque no quiero encontrar. Porque huyo y escapo, porque camino entre senderos de cuchillos, sorprendiéndome cuando me cortan, porque la tragedia es mucho más estimulante, escribe mejores historias, es la más grande de las maestras.



La felicidad eterna, sin dolor, se haría absurda.

Y también hay belleza en las cicatrices, en el panorama yermo y agreste, en la brutal honestidad de la consciente esterilidad.

No existe un balance entre mis placeres y mi autopreservación.

Un día moriré en un último frenesí de placer.

1 comentario:

  1. Este mensaje fue eliminado
    Eliminados fueron los capicúa y los palíndromos
    Eliminados fueron los contratos y todo lo pactado
    Eliminados fueron los ritos y los asomos.
    Eliminadas las solemnidades y las insolencias
    Eliminadas las deidades y su discordia
    Eliminadas las apariencias quedan las esencias.

    Eliminado el pecado, queda la culpa
    Eliminada la pena, delito no absuelto
    Eliminada la vergüenza, la amnesia nos ocupa.

    Eliminadas las palabras, suenan las quenas
    y nos arrullan las madrugadas
    Eliminados los desaires,
    rebrotan nuestras desérticas venas.

    ¿A dónde irán a parar los mensajes eliminados?
    A las cabañas destartaladas que habitamos.
    ¿A dónde irán a parar los recados olvidados?
    En lo inefable de tu vuelo.

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