lunes, 26 de julio de 2021

Atalanta e Hipómenes


En las calurosas tardes y noches, después de los arrebatos de deseo que nos dejaban exhaustos, sudorosos y enredados, como animales, solía mi imaginación invocar la imagen de los leones en los que se convirtieron Atalanta e Hipómenes, y nos encontraba un gran parecido con ellos.

Solía sentir que esa era una imagen que nos definía muy bien, los imponentes cazadores que deciden descansar en la estepa, retozando pacíficamente, con absoluta confianza de su poder. El olor animal, la satisfacción instintiva y primaria, el sopor del cansancio, las manos flexibles pero violentas, que a veces se hacían garras. No era difícil imaginarnos como leones.

Pensaba (¡ingenua!), que no era un mal final, ni un destino cruel. Atalanta, la gran cazadora que traicionó sus votos a Artemisa por las manzanas doradas de Hipómenes, quien gracias a Afrodita conoció un amor que nunca debió corresponderle a ningún mortal. Ambos poseían la fuerza y la voluntad de los cazadores y los héroes del mito griego, y ambos poseían también sus defectos primordiales, su facilidad para ofender a dioses demasiado susceptibles.

Idealización, al fin y al cabo. Creyendo vernos como cazadores voraces en la selva de cemento, expertos en nadar por las líquidas aguas de esta época, que al fin habían encontrado el sosiego suficiente para retozar en un espacio sin tiempo.

Nunca se me pasó por la mente que nunca existieron tales leones, que realmente eran una serpiente, y una niña demasiado aferrada a su propia esperanza, quien conoció en carne propia el límite de las veces en las se le puede creer a una serpiente, con la errónea ilusión de que algo que sale de su boca no sea una mentira. En cierta medida, la muerte de la esperanza, aunque sea tardía, es un gran alivio. Me asusta ahora contemplar lo cerca que estuve de obedecerle de nuevo.

Y a pesar de la reincidencia y de la equivocación, ya no tengo ánimo de ser cruel con la crédula que queda en mí, me enternece su optimismo sin medidas, su romanticismo incurable, su esperanza en la bondad y los finales felices. Me enternece, pero me alivia ver el entendimiento y el dolor ineludible en sus ojos.

Solía pensar que el de Atalanta e Hipómenes era un final hermoso, la historia de los primeros leones, los cazadores que a pesar de sufrir un castigo, no habían perdido su esencia, los reyes que seguirán dominando el mundo gracias a su fuerza y su agilidad.

Ahora entiendo que los antiguos griegos creían que los leones no podían aparearse entre ellos, y puedo dimensionar la inmensa crueldad del castigo de Cibeles, que por un arrebato de lujuria ahora los condena a jalar de su carro por toda la eternidad, separados por el abismo insalvable de la corrección biológica, sin imaginarse nunca la estepa de descanso y satisfacción en la que los situaba mi mente.

domingo, 4 de julio de 2021

Desesperación


"But deep inside you made love to the world
cause your imagination was bigger than reality."


Es fácil olvidar en un mundo nuevo, los recuerdos no encuentran tantos lugares a los que asirse, y entonces no tienen más opción que desvanecerse.

Hoy soy débil.

Hoy extraño, acostada en esta cama que compartimos, que compartí con los hombres cuyo nombre sí es recordado, pero que nunca se había sentido tan amarga.

La cama, su olor olvidado en la mesita de noche, las plantitas que se han hecho robustas, el cajón vacío, cuya existencia es poética en sí misma.

Los recuerdos me aplastaron.

Mi racionalidad no duda, este es el mejor camino, es el mejor paso en mi viaje, soy afortunada por haber esquivado una bala que hubiera sido mortal.

No es duda, es anhelo.

Un anhelo tan profundo que se hace desesperante, una sed tan acuciante que supera a todas las demás, una necesidad visceral y urgente.

Es un deseo apremiante que no puede ser cumplido.

Es el capricho por lo imposible.

Nada ha cambiado, nada cambiará, nadie queda aquí… Pero cada día duele más.