Me invade el deseo de la entrega absoluta, de la ofrenda y la sumisión, sin impedimento ni pasado, deseo sentir lo que es abandonarme totalmente a alguien.
Quiero entregarme a usted, que más que hombre, es idea. Deseo ser suya de forma absoluta, pertenecerle y obedecerlo.
Tómeme.
Quiero acercarme al Thanos y al Eros al mismo tiempo, tomada de su mano. Quiero disfrutar del abandono que solo se consigue a través de la fragilidad, de la fugacidad, sin promesas, mi aquellas mentiras de permanencia.
Quiero pertenecer, sin siempres, entregarme, sin condición, embriagarme de instantes, poseida, extasiada y estremecida... Servir y obedecer, siempre antes del amanecer.
Pavimento mi camino al infierno, sin dudar, sin temblar, sin mirar atrás.
Porque siempre he sido más suya que de otro, porque siempre Lucifer ha visto a través de todas las máscaras y las fachadas construidas arduamente.
Porque el demonio sabe nadar, y por eso entiende mi deseo de ahogarme, el conoce de deseo y de naturaleza, por eso no se asusta con la sordidez que llevo dentro.
Dios nunca aprendió a nadar, ni a comer, ni a beber, el no sabe de lujuria ni de pecado, no sabe de vorágines ni decadencia... Diablo, en cambio, es nuestro maestro, y el camino hacia él, el camino que recorro, está franqueado por maravillas y tentaciones.
Tómeme, Lucifer, me ofrezco humildemente, totalmente, con nada más que mi propia entrega.
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