Me siento total y absolutamente agotada. Estoy cansada de luchar batallas perdidas, por cosas equivocadas.
Mi naturaleza
rebelde se rebela incluso ante mí misma.
Lo sacrifico todo
en nombre del placer y de la felicidad momentánea. Puedo sacrificar mi cuerpo,
mi corazón, mi tranquilidad.
Todo, en nombre
del próximo orgasmo, del próximo te amo, del siguiente idilio que satisfaga a
la romántica idealista que llevo adentro, esa que se ve en la necesidad de
autoengañarnos, para pensar que en este mundo inhóspito puede florecer el amor
duradero.
Este mundo inhóspito
que me habita. No en el que habito yo.
El mundo inhóspito
de mi alma, ese mundo inhóspito que me odia, y que me fuerza a arar y cosechar
en tierras estériles, que disfraza los pantanos como blandas sábanas y los
pequeños placeres que ofrece el suelo yermo como grandes y abundantes festines.
El mundo inhóspito
de mi aceptación, de mi resignación, de mi cinismo, de mi pasivismo, de mi
masoquismo. El paisaje desierto, con las huellas de lo que alguna vez estuvo
ahí.
De todas esas partes
que me he arrancado, y he dejado a lo largo del camino. Todas me faltan, pero
son de otros ya.
El agujero que ha
dejado esta nueva parte arrancada sanará, se convertirá en cicatriz, y habrá
hecho el panorama más desierto, más desolado.
Busco, siempre busco y nunca encuentro. Porque no quiero encontrar. Porque huyo y escapo, porque camino entre senderos de cuchillos, sorprendiéndome cuando me cortan, porque la tragedia es mucho más estimulante, escribe mejores historias, es la más grande de las maestras.
La felicidad
eterna, sin dolor, se haría absurda.
Y también hay
belleza en las cicatrices, en el panorama yermo y agreste, en la brutal
honestidad de la consciente esterilidad.
No existe un balance
entre mis placeres y mi autopreservación.
Un día moriré
en un último frenesí de placer.
Este mensaje fue eliminado
ResponderEliminarEliminados fueron los capicúa y los palíndromos
Eliminados fueron los contratos y todo lo pactado
Eliminados fueron los ritos y los asomos.
Eliminadas las solemnidades y las insolencias
Eliminadas las deidades y su discordia
Eliminadas las apariencias quedan las esencias.
Eliminado el pecado, queda la culpa
Eliminada la pena, delito no absuelto
Eliminada la vergüenza, la amnesia nos ocupa.
Eliminadas las palabras, suenan las quenas
y nos arrullan las madrugadas
Eliminados los desaires,
rebrotan nuestras desérticas venas.
¿A dónde irán a parar los mensajes eliminados?
A las cabañas destartaladas que habitamos.
¿A dónde irán a parar los recados olvidados?
En lo inefable de tu vuelo.