miércoles, 20 de febrero de 2019
A la ciudad
Veo como la ciudad va encendiéndose,
como las teas de la modernidad arden
en el aire viciado,
en el ambiente contaminado y hostil.
Verla a lo lejos, tan gigantesca,
tan mortalmente atrayente,
con un atractivo tan efimero y engañoso.
La ciudad me oprime,
me llama y me seduce
para introducirme en su viente.
El vientre árido y estéril de Bogotá,
el útero que nos ha parido a todos,
la madre que nos ha negado,
que nos ha permitido jugar en charcos de sangre.
La ciudad que a veces me permite saltar a su regazo,
que con sus caricias me enamora,
que con palabras tiernas me obliga a habitarla.
Bogotá es un monstruo voraz,
de maravillosa belleza y carácter irascible.
Es la madre de demasiados hijos,
todos ávidos de devorar su seno.
La ciudad ha dejado de proveer leche,
ahora provee gasolina y alcohol adulterado.
Ha dejado de oler como un hogar cálido
y ha empezado a expedir el hedor de la desesperación.
Me ha hecho su hija perfecta,
desagradecida y desleal,
me ha alimentado para después ser repudiada.
Y yo he convertido todo mi amor
en deseo de huir.
14/02/2019
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