La madurez es la tranquilidad en momentos como estos, es la capacidad de soltarse, de dejar ir sin arrepentimientos ni reproches.
Es la valentía para vernos tal como somos, para desnudarnos y ver el reflejo sin miedos.
Es aceptar que fallamos, que podemos no ser suficientes, que somos débiles y necesitamos de otros, pero también es pararse firmemente ante los monstruos, es esgrimir los propios principios con coraje.
Madurar es sonreírle a la espalda de esos amantes que se alejan, es desearles bienestar y amor, es mirar sin envidias, abrazar sin segundas intenciones, desear el éxito de otros con el corazón.
La madurez es aceptarse con un sinfín de defectos y amarse así, es reprenderse sin hacer uso de una crueldad excesiva, felicitarse sin condescendencia.
Madurar es emprender el camino sin extender abusivamente nuestra estadía, es marcharnos con palabras de agradecimiento y sin mirar atrás.
Implica cerrar las puertas firmemente, sin que existan aberturas pero tampoco bloqueos.
Quiero convencerme de que la madurez es la aceptación del pasado, de que es esta paz que siento al esquivar la bala una vez más.
¿Quién lo iba a pensar? Que la demostración de mi madurez fueras tú.
A ti... Espero que por última vez.
16/02/2019
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