La súcubo Alouqua ha muerto, ya no existe la
personalidad errática, ninfomaníaca, perdida, ya no existe el ser destructivo,
sadomasoquista y objetivizador.
Alouqua succube está muerta, y no implica ello que todos los defectos de esta persona que escribe han desaparecido, pues aún le sobran, pero simbolizaba todo el amor caótico, la sexualidad inconforme y siempre sedienta, la cobardía de los siempre, la fugacidad de las promesas, la huida, el odio a la confrontación y a la verdad.
Por fin, después de tanto, esta dama del lago no es esclava del amor egoísta, no es esclava de los celos, de la pérdida, ni del pasado. Aún quiero amor, aún lo deseo, aun pretendo no necesitarlo, pero ahora soy capaz de superar, de perdonar, de ver el olvido de mis amantes y no sentir más que alivio.
He pedido perdón tantas veces, he recaído muchas más y ahora, mirando hacia atrás y recordando los pasos de esa súcubo puedo sonreír, pues ya no soy ella, y me encuentro en el camino para no retornar a la comodidad y el desastre de su presencia. Ella amó, por supuesto, ella llegó a desear el hogar tranquilo, los hijos, Victoria, sin embargo, su naturaleza es traicionera, indecisa, y en ocasiones, los fines le generaban un placer indecible, con la sensación de la pérdida, de la humillación, de la crueldad, de un dolor tan profundo que la hacía estremecer de excitación.
Ahora soy yo, y ella, la parte de mí que escribió en
este espacio durante años, está muerta, la lloro, la extraño y en las noches de
tranquilidad excesiva ruego por su regreso, tal vez un día quiera volver a
lanzarme al abismo y ella me reciba en el fondo, como mi querida y vieja amiga.
Pero hoy no es el día, hoy escribo el epitafio de mi alter ego, no solo
llorando su muerte, sino también celebrando las lecciones, las cicatrices y los
beneficios de su ausencia.
Por último, he de decir que al Hombre Brujo le deseo
toda la felicidad y toda la satisfacción, para el Hombre Dragón quiero toda la
tranquilidad y todo el amor, y para el Hombre Tierra deseo toda la estabilidad
y los logros, fueron amados, de diferentes formas y hasta la locura, nada puede
hacerme más feliz que convertirme en un tenue fantasma de sus recuerdos, al
final fuimos fugaces unos para otros y ahora, es momento de buscar la
permanencia.
Y a mi Hombre, me doy entera, sin mi súcubo, sin
caos, sin destrucción, sin huidas…
Espérenme de regreso, pues ninguna felicidad es eterna y siempre, en mí y en todos, existe la sed del caos.