Ellos eran complicados. Él la atraía y la repelía con la
fuerza que exudaba, la misma que uso para conquistarla inadvertidamente. Ella
lo deseaba, con fiereza y con ternura, deseaba envolverlo en su carne y hacer
que se quedara junto a ella para siempre.
Ella decidió quererlo, sin ninguna condición, por la satisfacción
que le daba refugiarse en la magia que él inspiraba en su interior. El decidió
recibir su cariño, disfrutarlo y recordarlo.
Pero había algo que ella había olvidado, y era la exigencia y
la impaciencia que hacia parte de su personalidad, al mismo tiempo que él olvidó
la importancia de los sentimientos bonitos, y la estabilidad ofrecida.
Lo recordaron.
Ellos se quieren, pero se quieren en mundos distintos… Ella
quiere en el mundo en el que los fuegos arden con intensidad, tanto que pueden
incinerarlo todo a su paso, si se les proporciona leña para ello; él quiere en
un mundo muy diferente, un mundo en el que la estabilidad lo es todo, en el que
esperar es una opción aceptable, y no desesperante, en el que el tiempo no es
nada y el arder del fuego puede ser controlado.
Él quiere estar seguro, ella desea ser querida, deberían estar
juntos… Es una lástima que no se encontraran en el mismo mundo.