viernes, 27 de abril de 2012

En el infierno...





He ardido en el infierno y aun entre las llamas he sido testigo de los actos más gloriosos… En el infierno no todo es malo ni corrupto… En el infierno se derriten las mascaras y cada uno muestra su rostro, limpio de cualquier maquillaje… Cada quien, sin importar lo que haya hecho, o cuanto odio anide en su corazón, deja fluir su verdadero ser…

Aquí todos somos iguales, sin jerarquías ni clases, no hay buenos ni malos, pues todos sabemos lo que somos… Y lo disfrutamos.

Es hermosa la imagen de las llamas bailando al mismo ritmo de nuestros espíritus, es inspirador aquel rojizo resplandor reflejado en las negras paredes… Es absolutamente sublime la historia de cada uno de nosotros y de los crímenes que cometimos para estar aquí.

Es un castigo, dicen ustedes… Pero para nosotros no es así, pues podemos ser como nunca nos dejaron… Aquí todos somos hermanos.

En el infierno, en el infierno también existe el bienestar y el amor… Solo fuimos juzgados duramente.
En el infierno estamos, y aquí nos quedamos.

En el infierno existe la felicidad sin ataduras, existe el llamado primitivo al que, a diferencia de ustedes, nosotros podemos atender… Existe la satisfacción y el éxtasis.

Y sin embargo, en el infierno también hay un espacio para la paz y la tranquilidad, donde estas tu y estoy yo… Y entonces, todas las llamas se recogen en mí y ellas emanan eternamente en una cálida y loca pasión, hacia ti…

Entonces, en el infierno ya no habrá castigo, ni solo satisfacción… Las llamas menguaran, los jueces se alejaran y el mal dormirá… Solo el amor quedara.

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